jueves, 31 de marzo de 2011

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lunes, 28 de marzo de 2011

El libro electrónico gana terreno frente al libro de papel



En Estados Unidos se duplicaron sus ventas en 2010

El libro electrónico gana terreno frente al libro de papel
El libro electrónico tiene cada vez más seguidores. Es un hecho probado y además, no hay más que fijarse en que cada vez hay más usuarios de transporte público con uno de estos dispositivos en las manos. Desde luego, tiene muchas ventajas. Sin embargo, hay algunos detractores de esta forma de leer, son defensores casi numantinos del libro tradicional, pero también caerán, tarde o temprano, como lo hizo Numancia.


Margaret Alejiana - 28/03/2011

Estos días conocíamos que el libro electrónico ha duplicado su facturación en Estados Unidos durante 2010. El negocio editorial mundial está en mal momentos estos últimos tiempos y no deja de llamar la atención esta espectacular subida de ventas en formato digital. Aunque, si atendemos a las cifras totales del negocio editorial norteamericano, estamos hablando de las migas de una gran tarta de 25.000 millones de dólares, tan sólo de algo más del 3%.

La buena noticia es que la subida en ventas de libros electrónicos es mayor que la pérdida de facturación de todo el sector editorial, que roza el 2%.

No tenemos cifras de cómo está el negocio en nuestro país, mejor dicho, no tenemos datos actuales. El último informe ofrece datos de 2009, y la facturación de libros en formato digital suponía un 1'7% del total, 51'2 millones de euros de un total de 3.000 millones.

Para los editores no hay duda de que el incremento de estos números obedece a la aparición en escena de las tabletas electrónicas, singularizando el éxito en el nombre del iPad de Apple, porque fue pionero en este tipo de dispositivos. El mercado ya tiene varios tablets diferentes y de diferentes marcas (hasta 85 modelos distintos están previstos para este año). Estas pasadas navidades, los "e-readers" y las tabletas electrónicas han sido los regalos estrella en Estados Unidos.

Dispositivos lectores

Las ventas de lectores de libros digitales o e-readers superaron los 6,6 millones de unidades durante 2010, una cifra que supone un crecimiento del 79,8% con respecto año anterior, según la consultora Gartner. El mercado está liderado por Amazon con su Kindle, Barnes & Noble y Sony, si bien la consultora ha advertido de la irrupción en esta área de gigantes informáticos como HP y Dell.

Estos expertos señalan que las ventas de e-readers superarán los 11 millones de unidades en 2011, un 68,3% más que en 2010.

Hace unos días que se puso a la venta el iPad 2 de Apple en nuestro país y algunos grandes almacenes ya han anunciado que han agotado las unidades que estaban a la venta. No en vano, varios horas antes de la apertura de muchos establecimientos que los venden, había ya largas filas de gente esperando hacerse con el tablet de los chicos de Steve Jobs.

Todo este caldo de cultivo hace pensar a los editores españoles que a finales de este año se producirá un boom en las cifras de ventas de los libros en formato digital porque habrá un panorama favorable compuesto por una mejor disposición de los lectores, una mayor oferta de título en este formato y más dispositivos disponibles.

Lo que es cierto es que se va reduciendo cada vez más el espacio de los que se muestran contrarios a esta nueva forma de disfrutar de la lectura. Hoy en día, los dispositivos que ofrecen esta posibilidad son cada vez más cómodos, más económicos y más atractivos. Realmente, a los defensores del libro de papel les quedan cada vez menos argumentos a su favor.

A favor y en contra

La impresión de libros sale muy cara, supone costes de imprenta (papel, maquinaría, tinta, operarios, energía, etc.), sin contar con el perjuicio que le causa al medio ambiente sólo en papel. Además, los libros ocupan mucho espacio físico tanto en bibliotecas como en las librerías de casa y algunos son tan voluminosos que son incómodos para leer.

Sin embargo, los dispositivos lectores de libros en formato digital admiten cientos de novelas, poesía, obras de teatro, ensayos, etc. en su interior. Los más avanzados permiten, incluso, la conexión a Internet, se puede consultar la edición digital de cualquier periódico, por ejemplo. Además, la lectura es muy similar a la que se realiza en papel, pero el hecho de poder cambiar el tamaño de la letra es muy valorado por los lectores con dificultades visuales.

A favor del libro tradicional, sus más fervientes defensores hablan de ellos como objetos únicos, desde su peso hasta su tipografía, pasando por sus tapas y, por supuesto, y casi sobre todas las cosas, por el aroma y el tacto del papel al pasar las páginas. Otro punto a favor es que no hay que preocuparse por cargar la batería o por quedarte a medio párrafo de la resolución del crimen perfecto porque se ha agotado la que tenía.

Otro aliciente que tendrían los libros en formato digital es que si se usara con los libros de texto, los escolares y los universitarios verían notablemente reducido el peso de carteras y mochilas, con el consiguiente alivio para sus espaldas.

¿Publicidad en los libros?

El formato digital ofrece nuevas posibilidades de financiación. Por ejemplo, incluir publicidad en los libros electrónicos, como sucede con revistas o periódicos digitales, beneficiaría tanto al editor como al lector. Al primero porque conseguiría un ingreso extra y al lector, porque se reduciría el precio de compra si aceptara el consumo de cierta publicidad.

De igual forma que ocurriera con la música, la producción editorial también tiene futuro en los dispositivos tecnológicos y, seguramente, los libros de papel pasarán a ser objeto de coleccionista

La Feria del Libro




La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, organizada por la Fundación El Libro, es la más grande de su tipo en el mundo de habla hispana. Ofrece una variada programación cultural, educativa y profesional, en la que participan destacados referentes de nuestro país y del exterior, en cada área.

La Feria del Libro
Este año el slogan de la muestra será “Una ciudad abierta al mundo de los libros”, se desarrolla anualmente en La Rural Predio Ferial Bueno Aires del 20 de abril al 09 de mayo. La Feria del Libro de Buenos Aires es una verdadera ciudad literaria, en donde anualmente se dan cita autores, editores, libreros, distribuidores, educadores, bibliotecarios, artistas, comunicadores y más de un millón de lectores de todo el mundo.

domingo, 27 de marzo de 2011

Libros Digitales Malena Rubinkas





Entrevista a Antoine Gallimard,editor y director de Editorial Gallimard

"El libro digital permite una gran flexibilidad. Es una oportunidad para enriquecer el catálogo y mantener los libros vivos"

Pregunta. ¿Cómo ve un gran editor el porvenir del libro?
Respuesta. En primer lugar, no hay grandes editores sino, simplemente, editores, ya sean grandes o pequeños. No me preocupa el lugar del libro en el futuro. Estoy seguro de que seguirá siendo extremadamente importante. El libro digital, lejos de suponer el fin del libro, es una nueva oportunidad para este. Un libro no es simplemente una alineación de caracteres, una maquetación, unos capítulos..., y el libro digital no hace más que añadir un cuerpo nuevo, un peso nuevo al libro tradicional. El libro digital, como la fotografía, permite una gran flexibilidad: diferentes formatos, reimpresiones limitadas. Por lo tanto, es una oportunidad para enriquecer el catálogo y mantener los libros vivos. Creo que el porvenir del libro depende a la vez de los editores y de los autores. Para ejercer este oficio no solo hay que amar la literatura, sino también a los escritores y a la gente, al público. Es un oficio que surge del afán de compartir, a través del libro, universos secretos. Vargas Llosa lo dijo muy bien en su discurso del Nobel: "Cuento historias para hacer que la vida sea mejor". Siempre necesitaremos historias para mejorar la vida. Por eso creo que el libro tiene un brillante porvenir.
P. ¿Es usted optimista desde hace tiempo? ¿O desde el momento en que todo el mundo ha empezado a ser pesimista?
R. Creo que hay que ser voluntariamente optimista. Lo que más me ha preocupado en los últimos años no ha sido la aparición del libro digital, sino una nueva manera de buscar satisfacción en las comunidades adolescentes, que han sumado al tiempo dedicado a la televisión toda una plétora de actividades y prácticas sociales en Internet, de manera que cada vez disponen de menos tiempo para leer.
P. ¿Y es posible que los jóvenes vuelvan a los libros?
R. Siempre es difícil protegerse de las dificultades de la vida. Están ahí, hay que afrontarlas. La cuestión sería saber si nuestra civilización del gusto por la lectura, por toda esa cultura de lo escrito que hemos heredado de nuestros antepasados, va a sufrir una especie de regreso a la Edad Media y a convertirnos en monjes en sus monasterios o, al contrario, vamos a saber dirigirnos al gran público. No hay que temer la desaparición de un cierto tipo de lector: sigue habiendo escritores muy exigentes, como Javier Marías en España, con un gran éxito de ventas. Pero también ha habido una gran distancia entre escritores como Borges u Octavio Paz y la literatura que "llega" al gran público. No hay fatalidad en estas cosas. Podríamos preguntarnos si ese gran público va a dedicarse exclusivamente a Facebook o va a seguir leyendo. Yo estoy convencido de que seguirá habiendo lectores. La literatura siempre ha sido algo precioso: extremadamente frágil y, a la vez, asombrosamente resistente. No, no hay que temer su desaparición, ya la hemos visto sobrevivir al surgimiento de los nuevos medios de comunicación; pero tampoco debemos esperar que se extienda. Se ha vertido mucha tinta sobre la evolución del mundo editorial hacia el mundo de los negocios, sobre cómo editoriales como Planeta, Hachette o Bertelsmann han ido comprando y vendiendo otras empresas: pero estos grandes movimientos de capital no tienen relación propiamente dicha con el mundo del libro, con la cultura del libro.
P. El libro de Assouline sobre su abuelo muestra que inquietudes actuales fueron también inquietudes del pasado. A él le preocupaba si debía o no publicar literatura popular, y creó la "serie negra". ¿A usted qué le preocupa ahora de la relación entre la industria y su concepto personal del libro?
R. La problemática no ha cambiado desde principios del siglo XX. Mi abuelo no dudó en publicar libros muy comerciales junto con otros mucho más exigentes, como la poesía de Lorca o los ensayos de Valéry. Lo importante era saber cómo se podía combinar la publicación de libros populares y la de libros de calidad. Y atreverse a decidir. Mi abuelo no quiso publicar a Simenon en la Pléiade, a pesar del apoyo de Gide. Fue un error por su parte, que yo corregí. Por el contrario, Céline fue publicado en la antigua Pléiade, a pesar de ser un antisemita y un provocador: fue una elección difícil y muy valiente. En el oficio de editor hay que saber amar, pero también hay que saber elegir. No hay que ponerle límites al gusto literario. Siempre hay que buscar, como busca un pescador, pero también hay que conocer y dejar que lleguen las mareas en lugar de intentar atraerlas.
P. Su abuelo tenía una enorme autoridad y dominaba todos los sectores de la edición. ¿Qué diferencia hay entre él y la figura del editor actual?
R. En la época de mi abuelo, la librería desempeñaba un papel muy importante, había muchas editoriales familiares, independientes: el mundo del libro era como un verdadero pueblecito. Hoy rige la ley de mercado y encontramos grandes engranajes, grandes superficies, pocas editoriales independientes, una gran concentración en los grupos fuertes, cada vez menos librerías. Por fortuna, las editoriales no construyen aviones, y pueden recuperar con mayor facilidad el equilibrio frente a los problemas de mercado y de distribución, sin que el tamaño de la empresa productora suponga una diferencia fundamental. La fuerza de Gallimard radica en ser una editorial de escritores. Malraux, Paz, Borges nos han recomendado libros; escritores como Vargas Llosa nos siguen descubriendo autores.
P. Gallimard se ha mantenido independiente durante un siglo. ¿Cómo lo ha logrado?
R. Son varios los factores que han protegido la editorial en momentos de peligro: la calidad, la opinión pública, incluso la preocupación de políticos como Mitterrand. Ha habido un movimiento general de simpatía por nuestro quehacer literario, por una editorial que ha representado algo importante a lo largo de toda su historia y lo sigue haciendo ahora.
P. ¿Con los mismos presupuestos intelectuales, culturales, en medio de la revolución digital?
R. La revolución digital es una revolución tecnológica, basada en la rapidez con la que podemos captar contenidos. Lo importante es saber si esta revolución va a transformar el comportamiento del lector o del imaginario del escritor. Yo no creo que eso suceda, del mismo modo que ni la radio ni la televisión transformaron nada en ese aspecto. El peligro no es lo digital: como dije antes, la edición digital es una oportunidad. El auténtico peligro es la gratuidad. No se trata de culpar a Internet sino a la piratería. Estamos trabajando en crear una colección digital que sea atractiva para los jóvenes, no demasiado cara. Gallimard ha entablado procesos judiciales contra servidores de acceso como Orange, para que dejen de alojar sitios en los que la gente sube ilegalmente libros de la editorial. Y hemos conseguido que se cierren esos portales, pero a la vez Orange nos ha atacado en nombre del libre acceso. Como presidente del SNE [Sindicato Nacional de la Edición], actualmente lucho por los derechos de la explotación digital y por conseguir una ley que asegure el control de precios del libro digital, tanto para preservar el valor del libro, de la creación y de la edición como para proteger a los libreros y a los escritores.
P. La música y el cine se han visto gravemente afectados por la piratería. ¿Considera que el mundo del libro está mejor equipado para luchar contra ella?
R. El libro está mejor armado que la música porque, por naturaleza, no es tan inmaterial. El libro alcanza a más sentidos: el tacto, por el formato, el olor del papel, la vista... Y su intermediario histórico es el librero. En Francia tenemos la suerte de seguir contando con muy buenos libreros, al contrario que en el Reino Unido, por ejemplo, donde el librero ha desaparecido... El mundo de la música nunca se dio cuenta del peligro; pero el libro ha llegado más tarde que la música al mundo digital. Incluso los políticos, los medios de comunicación y la opinión pública han tomado conciencia del riesgo. Ahora tratamos de que el mercado sea lo más amplio y atractivo posible, pero sin dejar de luchar contra la piratería.
P. Pero hay un sector que considera que la cultura debe ser gratuita.
R. Sin duda. No solo en Francia, en todas partes.
P. ¿Y cómo se puede luchar por el libro en el medio digital?
R. Es importante construir un marco legislativo que permita sostener el mercado. Si los editores dejan de pelearse entre sí por el precio del libro, se puede crear un mercado capaz de instalarse. Hasta ahora, la política comercial la han dirigido, sobre todo, las grandes superficies como la FNAC. Los editores deben ganar mayor presencia en la política comercial. Y el Gobierno europeo debe acordar, de una vez por todas, medidas tan duras contra los servidores de acceso respecto a la piratería como, por ejemplo, respecto a la pedofilia. Aceptar el hecho de que la piratería existe, y penalizarla. Cosa que hará; es una cuestión de tiempo.
P. ¿Cree que la opinión pública europea está preparada para asumir medidas tan impopulares?
R. No, creo que todavía es pronto. Pero creo que lo hará en los próximos 20 años.
P. ¿Cuál es su percepción, como editor tradicional, del mercado del libro digital?
R. De momento, nuestra experiencia en este sector es muy limitada. En Estados Unidos, el mercado digital empieza a ser importante. En Francia, por ahora, supone menos del 1%. Encontramos en él muy poca literatura, y apenas libros de arte. Sin embargo, hemos digitalizado nuestro catálogo para que las obras estén más disponibles, lo cual nos facilita también la capacidad de reacción a la hora de editar. En 2007 se instaló en Estados Unidos la primera máquina pública de "libro expreso", que permitía al usuario la impresión y encuadernación "a la carta" de un libro en cuestión de minutos. Sin duda, el libro digital facilita muchas cosas; por ejemplo, las devoluciones de las librerías suponen una gran dificultad para el editor, pero el libro digital soluciona el problema del almacenamiento.
P. Puede ocurrir que, como en las películas de Hitchcock, nos estén desviando con las preocupaciones digitales otros asuntos cruciales del mundo del libro...
P. El libro digital nos preocupa porque puede suponer, sobre todo, la desaparición de los intermediarios naturales entre el lector y el autor. Y se teme que esto arrastre toda una conmoción, un cambio radical en el mundo del libro. Que ya no haya necesidad de editores o de libreros. Yo creo, al contrario, que puede producirse un retorno a ciertos valores tradicionales, un rechazo a la idea de que nuestra vida gira en torno al dinero, del mismo modo que ya existen movimientos alternativos de reacción contra la comida rápida de mala calidad o contra el consumismo compulsivo, especialmente a raíz de la crisis económica. Esta es mi apuesta.
P. A su alrededor la gente se refiere a usted como al capitán de un barco. Para quien no es marinero como usted, un barco puede evocar la idea de soledad y miedo. ¿Siente usted a veces esa soledad, ese miedo, en el mundo de la cultura de hoy? ¿Estamos en un momento en que sería legítimo sentirlo?
R. La imagen marítima es acertada por dos razones. La primera, porque me gusta la navegación de cabotaje, me gusta descubrir gentes y paisajes. La segunda, porque la tripulación es fundamental para mí. Puede que haya noches en que no consiga dormir, me levante y lea un libro; pero durante el día, la presencia de la tripulación me tranquiliza. Tengo amigos que tripulan el barco del mundo del libro en todas partes, mantengo con ellos una relación cálida, hospitalaria, generosa.
P. Un veterano periodista español, Jesús de la Serna, dice que el capitán come solo en su camarote...
R. También me gusta estar solo. No hay nada más importante que disponer de momentos para uno mismo. Por ejemplo, momentos para leer.
P. Una editorial que ha pasado de su abuelo a su padre, a usted. ¿Qué peso tiene la tradición aquí?
R. La tradición es descubrir y editar un libro por su calidad intrínseca. Y para preservar la tradición a veces hay que retorcerle el cuello, so pena de convertirse en una caricatura de la propia historia. Por eso Gallimard no ha tenido miedo de acoger al mismo tiempo a autores muy diferentes entre sí: desde los surrealistas al nouveau roman o Mauriac, hasta los autores contemporáneos.
P. ¿Hay una palabra que defina su relación con el mundo de la edición?
R. Diría que la paciencia.